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martes, 19 de agosto de 2008

Mateo Kuljis, inmigrante 5 estrellas

Este gentil hombre llego a vivir a Bolivia el año 1938, contaba a la sazón con solo 15 años de edad.

Los horrores de la primera guerra mundial y la inminencia de la segunda, lo obligaron a salir de su natal Vis; pequeña isla en el mar Adriático, en la actual Croacia. El odio, la muerte, la intolerancia y los problemas económicos que se vivía por aquellos años en Europa, fueron suficiente motivo para obligarlo a buscar una vida mejor en el Nuevo Mundo.

Llego primero a La Paz, donde vivían dos hermanos de su padre. Trabajo en la empresa constructora de uno de ellos y simultáneamente estudio contabilidad. A los 21 años decide buscar nuevos horizontes por cuenta propia, para lo cual aprovecha una oferta de trabajo que le hizo el dueño de la Manaco. Trabajo con esta empresa inicialmente en Sucre, luego en Potosí, Cochabamba y finalmente en Santa Cruz.

Llego a nuestra Ciudad en la primavera de 1945. Rápidamente sintió que este era su verdadero hogar. Le quedo claro desde el principio que por esta tierra lo daría todo y que aquí enterrarían sus huesos. ¡Fue amor a primera vista! Se cumplió en el lo que dijo el poeta Colombiano-Belga, Álvaro Mutty... “Uno no es necesariamente de donde nace, ese es un acto puramente mecánico, uno es de donde la tierra lo llama y uno, gustoso acepta su llamado”. Don Mateo acepto gustoso el llamado de la tierra Camba, del cielo más puro de América, el llamado de Aída y de nuestra verde naturaleza, el llamado de nuestro calor tropical y la hospitalidad del hombre de los llanos. Y Santa Cruz lo arrullo siempre ente sus brazos, como uno más de sus hijos.

Don Mateo fue un hombre equilibrado. Supo compartir su tiempo entre los diferentes aspectos del quehacer humano. Supo formar una familia como Dios manda, dedicarse con éxito al trabajo empresarial, gremial y también dedicarle tiempo a la formación y el cultivo de instituciones educativas, filosóficas y filantrópicas. Era un hombre que tenia una visión amplia de la vida. Lo único que nunca le gusto fue la política Boliviana y no lo culpo por ello. Este gran hombre hizo Patria silenciosamente, sin ostentaciones ni actos de grandilocuencia, con la humildad y la sencillez que siempre lo caracterizo.

Es interesante notar que Don Mateo no llego con fortuna, trajo algo muchísimo más importante…la fe en el trabajo, la perseverancia, la ética, el deseo de progresar y sobre todo un alma y un corazón noble.

Emigrantes como Don Mateo, son una bendición para los países que los acogen. Hombres como el, que han dejado su valiosa sangre en nuestra América Moreno, nos ayudan a romper nuestra homocigosis genética, mental y cultural, llevándonos a un mestizaje positivo, rompiendo las barreras del racismo y haciéndonos más universales.

Hasta siempre querido Don Mateo, que El Gran Arquitecto Del Universo lo tenga en el Oriente Eterno.

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Publicado en:

El diario El Mundo de Santa Cruz, en calidad de Sub-editorial. El 30 de Julio de 2004.

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