Estos son los dos principales problemas que veo en la política boliviana actual: la notoria falta de partidos políticos verdaderos; como lo fueron en su tiempo el MNR, FSB y otros, asi como el nocivo caudillismo, tan extendido en nuestra America.
Los “partidos políticos” del presente, las agrupaciones ciudadanas y las alianzas partidarias, son frágiles estructuras que se juntan para las elecciones, es decir, son más estructuras electorales que partidos políticos propiamente dichos, con los naturales problemas que eso significa, como las actuales desavenencias públicas del presidente actual con su vicepresidente, ventiladas vía TikToc.
Los partidos políticos del
pasado eran institucionalizados, tenían doctrinas y estatutos; los que reflejaban
su visión de país. Así mismo tenían jerarquías partidarias, bases ciudadanas
bien conocidas, escuelas de adoctrinamiento, Tribunales de Honor y elecciones
internas. Lo que les daba una mayor coherencia, expresada en disciplina táctica
y estratégica. En ese tiempo, el transfugio político era muy raro y fuertemente
mal visto, hoy es moneda corriente.
Nada de eso tienen los “partidos
políticos” de hoy. Existen entre ellos incluso taxi partidos y partidos de
alquiler, que se arriendan al mejor postor, toda una vergüenza para la
democracia; lógicamente me refiero a la democracia verdadera, la democracia de
la Carta Democrática Interamericana de la OEA, norma supra
constitucional, aprobado unánimemente por los políticos del continente, en la
XVIII Asamblea de la OEA, en Lima Perú, el 11 de septiembre de 2001. Los 20
años de gobierno del MAS; que dejó el país cloaca como lo denominó Rodrigo Paz,
nunca fue una democracia verdadera, según el estándar de la Carta Democrática.
Esta Carta es desconocida en Bolivia, pido a nuestros políticos, hacerla
conocer masivamente. Nadie defiende lo que no conoce.
Es absolutamente necesario, crear
partidos políticos institucionalizados, para tener vida orgánica, emprender campañas
electorales y finalmente para gobernar Bolivia de forma coherente, estructurada
y responsable.
Otro grave defecto que tenemos
que extirpar de nuestra democracia, es el caudillismo. El caudillismo es una de
las taras más dañinas que tiene la política boliviana, desgraciadamente es una
constante en nuestra historia. Mientras no logremos superarla, seguiremos
siendo un país bananero.
El caudillismo desvirtúa la
democracia, creando partidos políticos unipersonales, con jefes mesiánicos,
arcaicos ya para El Tercer Milenio. Necesitamos partidos que agrupen a los
ciudadanos en base a ideales, y no a caudillos ególatras y parlanchines.
Por eso es un imperativo
histórico la no reelección presidencial, como lo hace México, donde la
presidencia de la república solo puede ser ejercida una sola vez en la vida. Y
no solo eso, lo mismo debiera aplicarse, para todas las autoridades principales
de los 4 poderes del Estado. Este será un antídoto eficaz para el caudillismo.
No queremos más caudillos ni
caudillejos, tampoco queremos militantes ilusos, que crean en soluciones
mágicas. Necesitamos un pueblo que conozca y respete la democracia. Ciudadanos
que entiendan que el progreso es el resultado lógico de la educación, el
trabajo, la perseverancia y el respeto a la ley.
Bolivia requiere mejorar su cultura democrática, con
partidos políticos verdaderos y sin caudillos. La ciudadanía, también, precisa entender a cabalidad lo que
significa la democracia verdadera, sus fortalezas, sus debilidades, y su obligación
para con ella. Nos debe quedar claro, que no es posible desentenderse de la
vida política, so pena de caer en las fauces de oportunistas y demagogos.
Tenemos que estar siempre, ojo al charque.
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