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miércoles, 1 de noviembre de 2017

Un antídoto contra el efecto Maduro


Foto de Jimmy Ortiz Saucedo ©

Jimmy Ortiz Saucedo

La democracia, en su ya larga historia, ha tenido avances y retrocesos. Como toda obra humana necesita ser ajustada, a la luz de los nuevos tiempos, y a las nuevas formas de dictaduras.

La Venezuela que vemos hoy, subyugada por el tirano Maduro, es una Venezuela que nos duele. Su brutal crisis política, económica y social, es inadmisible para la conciencia humana en el Tercer Milenio. ¡Que cruel ironía de la historia, la mismísima patria del Libertador de América, ha perdido su libertad!

La aparición del populismo SS XXI significó un fuerte retroceso para la democracia latinoamericana. Una región empeñada en reconstruirla, después de la historia negra del Plan Cóndor. La OEA, luego de arduo trabajo, logró aprobar la Carta Democrática Interamericana en 2001. Este documento define con claridad la verdadera democracia.

Esta Carta era el faro que los políticos de la región venían soñando. Fue el avance cualitativo más importante que ha tenido la democracia mundial, en este último tiempo. Con ella la democracia quedó claramente definida, dejando de ser la entelequia entendida por políticos de izquierda y derecha de diferente manera. Hoy la democracia está definida en 5 puntos concretos, no hay donde perderse.

La aparición de Maduro, y otros autócratas en el continente, nos han hecho ver que necesitamos consolidar la democracia, dándole fuerza coactiva a la Carta Democrática. No podemos tener Presidentes que piden el voto democrático con una sonrisa y después pelen los dientes de la dictadura. 

El paso siguiente que la OEA necesita dar, es la creación del Consejo de Defensa de la Democracia. Este Consejo tendrá por finalidad hacer respetar La Carta Democrática, aplicado métodos diplomáticos, económicos; e incluso la acción militar, como lo hace la ONU.

Otra función de este Consejo seria, dando cumplimiento al artículo 26 de La Carta: “desarrollar programas y actividades dirigidos a promover los principios y prácticas democráticas”. La cultura democrática es el antídoto contra las dictaduras.

Los presidentes, al contrario de las sugerencias de Maquiavelo al Príncipe medieval, tienen que ser amados no odiados. Al fin y al cabo, son nuestros empleados, no nuestros patrones.

Necesitamos una democracia del siglo XXI, y la Carta Democrática es el camino correcto, demos el necesario paso que falta.