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martes, 19 de agosto de 2008

“Federalistas” de ayer, “centralistas” de hoy

Franqueza y lealtad, nunca fueron atributos que caracterizaron a los “gobernantes y elites” de la Segunda Republica; la Bolivia con “capital” La Paz. Casi todo allí se hace diciendo una cosa, con la espada bajo el poncho, para hacer otra. Los argumentos con que se ganar o se pierden elecciones, leyes y otros, nunca son los verdaderos. Se es capaz de decir cualquier cosa, pensando en lo íntimo otra. El espíritu de Oleñata sigue rondando por esos parajes.

Desde su mismo nacimiento esta republica puso de manifiesto el estilo, que conserva hasta el presente. “La revolución federalista trucha” de 1898-99, con la que comenzó su historia, fue el pretexto mentiroso con que se cambio; en la práctica, la capital de la republica a La Paz, “capital de facto” de Bolivia, violando la decisión de La Asamblea Constituyente de 1826, que designo a Sucre para tal distinción.

Alegaban los federalistas de ayer, que Sucre ejercía sobre ellos un centralismo asfixiante, que no daba curso a los legítimos intereses regionales y que por lo tanto dificultaba su progreso y bienestar. “Se sentían discriminados en su propio país”. Planteaban como solución, “para reparar tamaño atropello”, la transformación de Bolivia de un país unitario, que dificultaba su desarrollo a un país federal que lo estimularía. Los federalistas de ayer querían un país donde cada “Estado” pudiera elegir sus propias autoridades, manejar su propios recursos y planificar su propio desarrollo.

Contaron en esta revolución con el apoyo decisivo de los Aimaras, a la cabeza de su líder Pablo Zárate Willca, a quienes les ofrecieron el oro y el moro por su participación. El “ejercito federalista” no hubiera podido logrado la victoria, sin los indígenas.

En esta revolución se dio lo que sin duda alguna es la página más negra de la historia nacional, como fue la masacre de la iglesia de Ayo Ayo. Aquel aciago día las hordas federalistas irrumpieron en el templo, cuando se ataba celebrando misa y en plena elevación de la eucaristía decapitaron a medio centenar de jóvenes sucrenses desarmados, del escuadrón Sucre. La carnicería fratricida fue espeluznante e incivilizada. El despojos humano cubrieron el piso del templo; incluso las imágenes sagradas fueron salpicadas con sangre. Los actos de canibalismo fueron también parte de esta execrable matanza.

Como infame corolario de esta historia, una vez consolidada la victoria los federalistas desconocieron los acuerdos con los Aimaras, sus aliados. La historia oficial no les reconoció su “determinante participación” en el éxito de la revuelta federalista. No se les permitió participar en el nuevo gobierno. No se les devolvió sus tierras comunitarias y por el contrario se promulgo una nueva ley de “Revisitas de Exvinculacion de Tierras de Origen”; para seguir quitándole sus tierras y entregárselas a los hacendados, profundizando de esta manera la servidumbre indígena en el altiplano y los valles. Para reforzar aun más el predominio de los hacendados sobre los indígenas, se creo por ley la “Policía Rural” y posteriormente, con el mismo objeto, las “Juntas de Fomento de Agricultura y Ganadería”.

Y como si no fuera poco lo anterior, fue alevosamente asesinado por sus sicarios el caudillo indígena Zárate Willca. De esta manera los federalistas de ayer, quedaron solos en el poder, deshaciéndose de tan incómodos socios. Con esta traicionera acción, siguieron fieles a su estilo.

Una vez conseguido sus objetivos, lo federalistas de ayer se de olvidaron del federalismo por el que mataron y murieron. Ellos que un día lucharon contra el centralismo, ejercen desde entonces contra la republica, el mismo centralismo asfixiante que sobre ellos ejercieron los sucrenses. Con este acto, “pelaron capucha” los federalistas de ayer y se trasformaron en lo que verdaderamente son…”los centralistas de hoy”, que se oponen a capa y espada las autonomías, que viabilizaran el país. Que se opusieron, hasta donde les fue posible, al referéndum departamental y municipal, que amplia la democracia. Los centralistas de hoy que están llevando a Bolivia a una desintegración nacional cada vez más evidente. El tema de la desintegración nacional, ya no es un tema de especulación solo en Santa Cruz, en Bolivia o en el continente, lo es también en EE.UU. (Mark Falkof) y en Europa (The Economic).

Esta revolución federalista mentirosa, nos impuso con la “razón de las armas”, un país a la fuerza. Nos impuso una capital sin consultar a nadéis. Nos impuso un país centralista que no respeto nuestra rica diversidad. Nos impuso una dictadura racial y cultura. Nos impuso un país que nunca supo reconocer la dignidad de nuestros pueblos originarios. Nos impuso una historia oficial que no tomo en cuenta a todas las regiones. Nos impuso un país de políticos corruptos, antipatriotas e ineptos. Nos dejo un país inestable, con una mala distribución de riquezas, con una abultada deuda social y pobreza crónica. Nos dejo un país de menos de la mitad del territorio con lo que nacimos a la vida republicana; varios de ellos vendidos a precio de libras esterlinas. Nos dejo un país sin identidad propia, en materia de política económica. Nos dejo un país sin infraestructura básica, con mala calidad educativa y con altos índices de desnutrición. En suma, la Segunda Republica nos dejo un país de perdedores, sin desarrollo económico ni social, siendo que tenemos de sobra el material humano y los recursos naturales para ser un país digno. No se podía esperar otra cosa de una republica nacida de la mentira y la deslealtad. Un republica cuya agua bautismal fue… “la sangre de sus hermanos, en la iglesia de Ayo Ayo”. Una republica sangrienta que siguió matando a sus hermanos en: Terebinto, las Liras y Curuyuqui, en Febrero y Octubre de 2003, que mato a Villaroel y se cansó de matar mineros y campesinos.

¡Un pueblo enfermo, no puede ser la cabeza de un pueblo sano!

Es necesario el advenimiento de una nueva Bolivia. Una Tercera Republica que tenga un nacimiento honorable. Una Bolivia Refundada, que busque el sueño de un mundo mejor, al que todos tenemos derecho. Una Tercera Republica concertada. Una Bolivia sin entenados. Una Patria donde todos seamos iguales: indígenas originarios, mestizos y extranjeros que viven con nosotros y que dejaran sus huesos en esta bendita tierra. Una Bolivia sin exclusiones ni odiosas dictaduras regionales, raciales o culturales. Un país que haga de su diversidad una fortaleza, no una debilidad. Una Tercera Republica fraterna y solidaria, digna de pertenecer al tercer milenio de nuestra civilización.

Un Tercera republica tendrá que nacer sobre las cenizas de la anterior, que se proyecte con líderes nuevos, hombres de límpida frente y de leal corazón. Con hombres patriotas que busquen un país, con nuevas bases políticas, económicas y sociales. Que busque un país integrador, del que todos podamos sentirnos parte.

Caso contrario el país se seguirá desintegrando. ¡Porque este es un país que hace mucho tiempo esta en vías de desintegración!, ¡La desintegración no es de hoy¡ La desintegración comenzó el 1867; con Brasil y termino; “hasta el momento”, también con Brasil en 1958. En el ínterin se perdieron territorios, además los con Brasil (491.000 Km2), con: Chile (120.000 Km2), Argentina (280.000 Km2), Perú (250.000 Km2) y Paraguay (251.548 Km2). ¡Y Cualquier rato el país puede perder otros 700.000 Km2 más!

Al final este país se puede quedar sin luna y serán muy negras y frías sus noches.

El futuro de la patria esta en manos de la sensatez de la Segunda Republica y la decisión y valentía de la Tercera, ambas tendrán que dejar fluir la historia, para el bien de Bolivia. Sus líderes tienen la palabra, en esta crucial coyuntura.

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Publicado en:

- El periódico El Nuevo Día de Santa Cruz, columna Opinión. 8 de noviembre de 2004.
http://www.el-nuevodia.com/ (buscar en la fecha indicada)

- Portad de Internet, www.eForoBolivia, a partir del 19 de noviembre de 2004.
http://www.eforobolivia.org/

El periódico El País de Tarija, columna Opinión. 21 de noviembre de 2004.

1 comentario:

Germán Casassa Zapata dijo...

Un análisis brillante querido hermano. Sigamos soñando hasta que se haga realidad