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martes, 19 de agosto de 2008

De la guerra fría a la guerra del oxigeno

Los países periféricos como Bolivia, siempre estamos peleando guerras que “no son nuestras”. En el pasado reciente peleamos la guerra fría y hoy estamos peleando la guerra del oxigeno. Así como la guerra fría fue la guerra por excelencia del Siglo XX, así la guerra del oxigeno será la guerra por excelencia del siglo XXI.

Norte americano y rusos fueron los verdaderos protagonistas de la guerra fría. Nosotros fuimos sus sacristanes de amen y muchas veces sus perros de cuje. ¿Cuantos golpes de estado, cuantas masacres, cuantos “Plan Cóndor” han sucedido en nuestros países, como ofrendas a esta guerra ajena?

Hoy comienza a notarse con más intensidad la “guerra por el oxigeno. Empresas norteamericanas, europeas y japonesas; principalmente, que en buena medida han logrado su desarrollo sobre la base de la destrucción y depredación del medio ambiente, hoy nos dan lecciones de ecología. Ellas que siguen siendo al presente las principales destructoras del planeta, quieren que seamos nosotros; su patio trasero, los proveedores de “oxigeno barato”, a costa de la pobreza de nuestro pueblo. Quieren que seamos mendigos en sillas de oro, sin darse cuenta que...“mientras exista pobreza no podrá haber ecología”.

Esta guerra por el oxigeno es evidentemente una guerra más sutil que la guerra fría. En cuanto en la guerra fría la muerte y la destrucción eran evidentes en las calles y el sectarismo de derecha e izquierda era evidente en la política, la guerra del oxigeno se presenta bajo ropajes más camuflados, imperceptible para buena parte de la ciudadanía.

La guerra por el oxigeno se presenta en Bolivia bajo la forma de leyes enlatadas que nos imponen organismos internacionales como: la ley INRA, la ley forestal, la ley de Bancos y otras. Se presenta también bajo la forma de ONGs con tintes pseudomediambientalistas. Todas ellas apuntan a frenar o a “dirigir” nuestro desarrollo, aprovechando que somos un “país de limosneros”, donde cualquier plata que nos ofrezcan es buena; aunque sea para generar enfrentamiento entre nuestra propia gente. Se aprovechan también de nuestra baja auto estima nacional y la mediocridad de nuestros funcionarios públicos. Esta es una abierta “injerencia extranjera en nuestros asuntos internos”, que seria rechazada por cualquier país medianamente digno. Es interesante ver como este mismo patrón se repite en Brasil y Paraguay; “países con los que somos el pulmón verde del planeta, responsable de regular el clima mundial”.

La lucha por la tierra en Santa Cruz, propiciada por la ley INRA; verdadera “reforma agraria”, es sin duda alguna el frente más importante de la guerra del oxigeno en Bolivia.

Lastima nuestra condición de boliviano, ver en las negociaciones de nuestros indígenas con autoridades nacionales, la cantidad de asesores extranjeros de ONGs que “dique lo apoyan”, pero que todos sabemos que son en realidad “los que mandan”. Nuestros indígenas no tienen un pelo de tontos, saben muy bien lo que quieren. La mayoría de las veces estos “asesores” lo que hacen es envenenarles el alma con ideologías de odio y de resentimiento. Otras veces les quieren transmitir su cultura materialista de riquezas, whisky y marihuana.

La guerra por el oxigeno seria muy simple de resolver, si existiera de parte del mundo avanzado una verdadera voluntad política de proteger el medio ambiente, tanto en sus propios países como en los nuestros y luchar contra la pobreza. Todos queremos un progreso y bienestar sostenibles; esto es del más elemental sentido común, al fin y al cavo vivimos en un mismo mundo y todos nos iremos al tacho juntos si alguien destruye la naturaleza.

Nuestros “hermanos mayores”; los países del primer mundo, debieran ayudarnos a tal afecto. Pero no con limosnas, ni con su vergonzosa injerencia en nuestros asuntos internos. Compartan con nosotros su tecnología, páguennos un precio justo por el oxigeno que producimos, ábranos sus mercados para nuestras exportaciones, que todo lo demás vendrá por añadidura. Esta es la principal utopía de siglo XXI.
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Publicado en:

- El periódico El Deber de Santa Cruz, Columna Los Colaboradores. 26 de Noviembre de 2002.

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