Jimmy Ortiz Saucedo
Uno de los problemas políticos más grandes de la
última década, en el vecindario latinoamericano, es la corrupción pública. Ella
está asociada principalmente a los regímenes populistas, que gobernaron la
región. Los “socialistas” salieron más pillos que los neoliberales, fue otra
década pérdida para nuestra atribulada patria grande.
Según el Banco Mundial,
“la corrupción es sin duda el mayor
obstáculo para el desarrollo económico y social
de un país”. Su ejercicio no solo menoscaba los
recursos que el Estado utiliza para satisfacer las necesidades de sus
habitantes; también desincentiva la realización de inversiones, frena el
desarrollo económico, perpetúa los niveles de pobreza, promueve la ineficiencia,
la inestabilidad y la violencia. No en vano, existe una correlación positiva
entre el nivel de transparencia de un país y su puesto en el Índice Global de
Competitividad del Foro Económico Mundial. A mayor control de la corrupción,
mayor el nivel de competitividad (compite.com.co).
En buena medida, la corrupción pública es culpable que
nuestros países sean del Tercer Mundo. ¡Hemos sido yetas con nuestra clase
política!, la corrupción y el caudillismo,
nos tienen postrados. Desgraciadamente, la escasa cultura democrática de nuestros
pueblos, no nos ha permitido extirpar esta lacra.
En Bolivia la situación es peor que la media
regional. La cletopcracia de la última década ha sido épica. Durante este periodo
se ha dado el caso de corrupción más grande de la historia boliviana: El Fondo
Indígena, la “reserva
moral de la humanidad”; como la llamo Evo Morales, mostró su verdadero
rostro.
Estos gobiernos populistas fueron privilegiados por el
destino. El Súper Ciclo de las materias primas; que hizo llover dólares como nunca en la
historia de la región, debió servir para sacar a nuestros países de la
postración. Infelizmente, los únicos que salieron de la postración fueros sus
cochinos bolsillos.
¡Qué paradoja!, la plata capitalista que tanto denigran,
fue su mejor aliada, esa es la
realidad. Aquello que tuvieron un modelo económico, es puro cuento chino, las
bases neoliberales no fueron cambiadas; e incluso los propios ministros eran
parte de la burocracia neoliberal.
El amor al dinero que reveló el populismo fue
brutal. Pronto se rodearon de todos los lujos capitalistas: trajes de alta
costura, aviones de supe lujo, comidas gourmet, autos que nunca soñaron tener.
¡Ya no podían ni amarrarse los zapatos! No hay peor capitalista que el
izquierdista converso.
Y mientras tanto seguimos en el Tercer Mundo, a la
espera de gobernantes honestos, que nos saquen del subdesarrollo.
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