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La democracia latinoamericana
sigue luchando por su consolidación, el continente
de los caudillos se niega a morir. Las fuerzas demócratas continúan en la
trinchera.
Hoy la guerra se libra
entre su perfeccionamiento y su falsificación. De un lado se encuentran políticos
que tienen alma democrática; en busca de la elección presidencial por única vez, y del otro, los regímenes que
usan la “democracia” como una careta para su despotismo; en busca de la reelección indefinida.
No es casualidad que
esta lucha se lleve adelante en esta parte del planeta, que ha tenido la
desdicha de ver su vida republicana jalonada de caudillos “mesiánicos”,
pretendiendo eternizarse en el poder.
La democracia nació en
Grecia, precisamente para eliminar este atropello al pueblo, expulsando del
poder las tiranías de “nobles” que pretendían eternizarse en el poder.
Esta esencia no se
puede desvirtuar, nadie es imprescindible en este mundo. Como dice el filósofo
José Ingenieros, en su libro Las Fuerzas Morales: donde una generación cierra sus alas otro la abre
para volar más lejos. La renovación de los liderazgos es vital para una
sociedad sana, más aún para un pueblo enfermo. Con la democracia llegó la
alternancia en el gobierno, ¡no queremos
volver a tener Reyes, queremos Presidentes!
En la trinchera de la
elección presidencial por única vez se encuentra México. El
artículo
83 de su Constitución manda:
“El ciudadano que haya desempeñado el cargo
de Presidente de la República, electo popularmente, o con el carácter de
interino, provisional o sustituto, en
ningún caso y por ningún motivo
podrá volver a desempeñar ese puesto”.
En la trinchara de la reelección indefinida esta
Venezuela. El artículo
230 de su Constitución manda: “El período presidencial es de siete años. El Presidente o Presidenta de
la República puede ser reelegido o reelegida”. Esta última
es el sueño dorado del retrogrado socialismo siglo XXI.
Es una guerra en pleno
desarrollo, con batallas en varios países. Hacemos votos por la victoria de las
fuerzas democráticas, el continente lo necesita.
Los caudillos
parlanchines, que han sido la causa principal de nuestro subdesarrollo
económico y social, deben dar paso a demócratas verdaderos, que saquen nuestro
continente del Tercer Mundo.
Los procesos de cambio, para ser coherentes,
requieren cambiar periódicamente su liderazgo. Los caudillos son parte de la
tradición conservadora.
Necesitamos líderes que
honren la palabra empeñada al pueblo. Afirmar primero que no irán a la
reelección, y luego ir a la reelección indefinida, es hacer trampa. Nadie le
gana al Caballo del Corregidor en este continente. La ética tiene que llegar al poder.
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