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miércoles, 20 de agosto de 2008

Desigualdad, para que podamos ser iguales

La utopía de la igualdad entre los hombres sigue vigente hoy, en los albores del siglo XXI, como lo fue durante el tiempo de los sumerios, en el siglo V a.C.

Desde entonces a la fecha, mucho ha hecho la humanidad a favor y en contra de este fundamental principio.

¿Es la igualdad una utopía? Yo creo que con claridad que SI. Son evidentes nuestras diferencias físicas, psíquicas y espirituales. Tenemos entre nosotros blancos y negros, bonito y feos, grandes y bajitos. Inteligentes y tontos. Nuestros grados de desarrollo espiritual son también igualmente evidentes. ¿Cómo puede haber igualdad así? La propia madre naturaleza nos hizo diferentes. ¿Cómo nos queremos convencer, antinaturalmente, que somos iguales?

Para poder avanzar en la solución de este añejo conflicto, lo primero que debemos hacer es reconocer lo contrario de lo que lírica y ilusoriamente hemos venido sosteniendo… “NO SOMOS IGUALES, SOMOS DIFERENTES”.

De todas las luchas por la igualdad sostenida a lo largo de la historia, la mejor encarada fue La Revolución Francesa de 1789-99; por lo meno en su concepción filosófica. Las ideas de los intelectuales del Siglo de las Luces, maduraron en la constitución francesa. En su preámbulo; denominada Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, sintetizaron los ideales de la revolución como… "Libertad, Igualdad, Fraternidad".

Para mi gusto, las hubiera sintetizado en "Igualdad y Fraternidad", por que ambas traen implícita la libertad.

“La fraternidad es la clave de la igualdad”. Solo con la fraternidad es posible alcanzar la igualdad.

Los hombres seremos “verdaderamente iguales”, cuando nos reconozcamos como fraternos. Cuando el amor fraterno sea parte de nuestras vida, seremos capases de igualar nuestras diferencias.

Con esta línea de pensamiento, debemos tratar “desigualmente a los hombres”, apoyando más al menos favorecido por la vida. “Este trato desigual nos hará iguales”. En ese mismo momento haremos de nuestra heterogeneidad una fortaleza, no una debilidad.

De esa forma “SI” lograremos la igualdad, que las revoluciones y las leyes del pasado y del presente no pudieron lograr. Todas las leyes serán vanas. No serán necesarias. Como afirma el inigualable Apóstol Pablo…"El amor es la plenitud de la ley".

No serán las leyes las que nos igualen, sino nuestra actitud humana.

¡Desgraciadamente, esta es también otra utopía!

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Publicado en:

- Publicado en el periódico El País de Tarija, como Sub editorial, el 2 de Octubre de 2005.
http://www.elpaisonline.com/

- El periódico El Deber de Santa Cruz, Columna Los Colaboradores. El 11 de octubre de 2005.
http://www.eldeber.com.bo/anteriores/20051011/opinion_4.html

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