Foto tomada de ERBOL
Jimmy
Ortiz Saucedo
Una de las taras que tiene la clase política
latinoamericana en general, y la boliviana en particular, es la abusiva utilización
de nombres y retratos en las obras
públicas que se desarrollan en su gestión.
En los grandes carteles que se colocan; muchas veces
más grande que las propias obras, es común ver las imágenes grandilocuentes de
los servidores
públicos. Amén que por todo y por nada se hacen celebraciones onerosas en
las inauguraciones de obras, especialmente en épocas de campaña política.
Incluso se llega al extremo de decir que ellas son un regalo al pueblo.
Yo me pregunto: ¿Acaso
estas obras la realizan con su plata?
¿Cuál regalo? ¿Acaso estas obras no se construyen con dineros públicos? ¿Desde
cuándo el cumplimento del deber exige recompensa? ¿Acaso no le pagamos su
sueldo para eso mismo?
Esta anomalía hay que cortarles de raíz. Pude que
seamos del Tercer Mundo; por culpa de ellos mismos, pero nuestros pueblos
aspiran a tener democracias de calidad.
Con alegría he visto los primeros atisbos de
racionalidad respecto a este tema, nada menos que en Costa Rica, una de las
democracias más avanzadas del continente:
“El presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís,
emitió un decreto que prohíbe la inclusión de su nombre en placas en lugares de
obras públicas, como inauguraciones de puentes, carreteras y edificios. También
dijo que no quería que su retrato fuera colgado en las oficinas del gobierno. Solís, que asumió la presidencia el mes pasado,
expresó que el culto a la imagen del
presidente era cosa del pasado” (BBC
Mundo 26 06 14).
Un decreto como este necesita Bolivia, el culto a la
imagen de los líderes y de los jefazos, tiene que ser cosa del pasado.
Nuestras democracias precisan seguir avanzando, el
continente de los caudillos ególatras y parlanchines tiene que morir, para dar
paso a una democracia auténtica, de servidores públicos, no de patrones.
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domingo, 1 de noviembre de 2015
No más retratos en las obras públicas
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