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martes, 19 de agosto de 2008

Modelo Jesuítico-Chiquitano, un modelo económico y social, digno de ser tomado en cuenta

El redescubrimiento en estas ultimas décadas, de una de las páginas más gloriosas de la historia del Oriente boliviano, me inspira a presentar un punto de vista que vaya más allá de los bellos templos y ciudades Chiquitanas, para mirar los aspectos socioeconómicos de esta “Utopía hecha realidad”, llamada Misiones Jesuíticas Chiquitanas. Tratando de buscar en ellas, como en una especie de arqueología social, algunos ejemplos dignos de imitar en este deshumanizado fin de milenio. A mas de 300 años de su luminosa existencia (1691-1767).

De acuerdo a los principios de San Ignacio de Loyola (1491-1556), el ideólogo y fundador de la Compañía de Jesús, para que la evangelización pueda ser lograda en plenitud “era indispensable favorecer el desarrollo económico y social de la comunidad”. De este principio y de la adaptación y mejoramiento del sistema preexistente entre Guaraníes, nació la concepción de un modelo de desarrollo único en la historia de la humanidad, que supo “combinar con gran sabiduría lo colectivo y lo individual”. Este modelo tenia, dos características fundamentales:

El tupa mbaé (propiedad de Dios).- Eran tierras de propiedad colectiva, cuyos “frutos estaban destinado a: la subsistencia de los miembros no productivos (enfermos, incapacitados, viudas y huérfanos), proveer semillas a las cabezas de familia, acumular para época de emergencia, para pagar el tributo real”. Trabajaban para él tupa mbaé tres días a la semana. Esta institución era en mi concepto la principal característica de esta cultura y donde los inigualables Jesuitas mostraron: su sabiduría, su amor y sobre toda su solidaridad y justicia; que solo puede provenir de Dios.

El aba mbaé (propiedad del hombre).- Eran tierras de propiedad privada, cuyos frutos estaban destinados al desarrollo individual de las familias. Eran recursos de “libre disponibilidad” que les permitía acumulación de riquezas familiares. Trabajaban para él aba mbaé tres días a la semana.

Era pues este modelo Jesuítico-Chiquitano, un modelo de economía mixta. Donde coexistía en pacifica armonía; como no pudiera ser de otra manera, el trabajo comunitario tupa mbaé (socialismo) y el trabajo individual, aba mbaé (capitalismo). Rescatando sin dogmas prefabricados lo mejor de dos mundos; equilibrando perfectamente lo individual y lo colectivo. Ellos se anticiparon a su tiempo, comprendiendo que estos dos modelos: el Capitalismo de Adam Smith (1776) y el Comunismo de Karl Marx (1848), no son sistemas antagónicos; sino por el contrario complementares.

Este modelo de desarrollo Jesuítico-Chiquitano, logro establecer un estándar mínimo para el individuo y para la sociedad. Ningún hombre tenía falta de: alimento, vestimenta, asistencia de salud y trabajo. Inclusive los ancianos, viudas y huérfanos, tenían lo indispensable para su subsistencia, a través del apoyo del tupa mbaé. Indudablemente e este modelo de desarrollo garantizaba la dignidad del ser humano, aspecto que en el presente no lo garantiza ningún país en el mundo moderno. ¿No es acaso esta la función fundamental que debe tener cualquier modelo de desarrollo?

Pero nada era gratis, todos los individuos de la sociedad tenían un trabajo especifico que realizar, todo se ganaba con el sudor de la frente; en la Misiones no existían flojos ni vagos. Cabe aquí la especial mención... “que los únicos que no trabajaban eran los niños y los ancianos”.

Otro aspecto importante de destacar, es que no solamente se trabajaba en los oficios para llenar las necesidades básicas del ser Humano, sino también en las bellas artes para desarrollar el espíritu.

Por desgracia todas las razas de nuestra América morena, puede mirar sin faltarle razón, con algún grado de odio la conquista de América, menos los chiquitanos, para quien la conquista fue una amalgama perfecta de amor entre el nuevo y el viejo mundo. Un canto a la vida, que por desdicha no fue la norma del conquistador europeo. Indudablemente “la Chiquitania Cruceña fue una isla luminosa, un remanso en la turbulenta conquista americana”.

Esta cultura que por sus aspectos materiales mereció el reconocimiento de la UNESCO, como patrimonio cultural de la humanidad, tiene que también reconocida por esta facetas no menos destacable... “la de su modelo de desarrollo”.

El actual modelo de desarrollo de moda en el mundo, es decir el Neoliberal, tiene mucho que aprender de este modelo Jesuítico-Chiquitano. Principalmente en lo relativo al tupa mbaé, que garantizaba para la comunidad un “estándar mínimo de vida con dignidad”. Aspecto que el Neoliberalismo no garantiza ni de lejos, en nuestro país y en ningún país del mundo donde se lo aplica.

El Neoliberalismo podrá observando el modelo Jesuítico-Chiquitano, corregir su principal defecto, “su falta de solidaridad”. Defecto generador de grandes desequilibrios sociales y por lógica consecuencia de: de inestabilidad social, delincuencia y falta de seguridad ciudadana (mal negocio para pobres y ricos). Un estudio del Tupa mbaé, podrá dar al Neoliberalismo luces para una mejor viabilidad de largo plazo, ubicándolo más cerca del "cálido ser humano" que de la "fría ley de la oferta y la demanda".

Los modelos de desarrollo solamente tienen significado para el ciudadano y para la sociedad cuando llenan al menos sus necesidades básicas. Es en este punto, donde el modelo Jesuítico-Chiquitano le da una cátedra al modelo Neoliberal.

Al pueblo no le interesa: la balanza de pagos, el producto interno bruto, las reservas internacionales, o que Bolivia sea e mejor discípulo del Fondo Monetario Internacional en aplicar el modelo Neoliberal (lo que obviamente tiene un efecto indirecto sobre él). Lo que le interesa son los efectos directos que le permitan tener al menos: Trabajo, vivienda, salud, educación y seguridad ciudadana. El modelo Jesuítico-Chiquitano logro satisfacer superabundantemente estas necesidades básicas, es por este el motivo que debe servir de ejemplo.

Finalmente mi respeto y admiración para los ilustres investigadores de las Misiones Chiquitanas como: Plácido Molina, Alcides Parejas, Virgilio Suárez, Hans Roth, Héctor Landivar y otros no menos ilustres. Gracias a ellos esta espléndida cultura no se perdió para siempre, y hoy se proyecta como un magnifico ejemplo para el mundo moderno.

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Publicado en:

- El periódico El Deber de Santa Cruz, Columna Los Colaboradores. 12 de octubre del 1999.

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