Jimmy Ortiz Saucedo
Mientras Dios me de vida, seguiré reivindicando la
necesidad de tener una sociedad, un gobierno y finalmente un Estado, que camine
a la luz de una moral pública decente. La moral es la base en que se asienta la
vida de un país, es el mar de fondo donde la comunidad desarrolla su
existencia y expresa su alma colectiva.
Esto es lo que quiero que entienda mi gente, no es un tema menor.
Según la Real Academia Española, la moral
es definida con varias acepciones, aquí dos de ellas:
1.- “Perteneciente o relativo a las acciones de las
personas, desde el punto de vista de su obrar en relación con el bien o el mal
y en función de su vida individual y, sobre todo, colectiva”.
2.- “Conjunto de facultades del espíritu, por
contraposición al físico”.
Estos conceptos permiten ver la gran importancia de la
moral. De una sociedad que tiene buenos valores morales, sin duda alguna
se deben esperar buenas acciones, una sociedad donde los ciudadanos se
relacionan entre sí, promoviendo la solidaridad, el cuidado del medio ambiente
y el bienestar común. Cuando los individuos actúan de manera moralmente
responsable en la esfera pública, se fomenta la confianza y el respeto mutuo, lo
que lleva a una sociedad más cohesionada, estable y feliz. Por contraposición,
de una sociedad con malos valores morales,
se puede esperar todo lo contrario. Para un pueblo mayoritariamente cristiano
como el nuestro, la moral esta expresada en el Decálogo de Moisés y en el
Sermón de la Montaña.
No es la primera vez que me refiero al tema, decía el 2011,
en un artículo titulado Santa
Cruz Sigue el Camino de Ciudad Juárez: “El gran poder económico
de la cadena coca-cocaína está sustituyendo la economía legal y está
corrompiendo la moral de instituciones y de personas”.
Decía en otro artículo publicado el 2017,
titulado Necesitamos
Reivindicar la Moral Pública: “La brutal corrupción
que se observa en Bolivia y el continente, es un resultado natural de la falta
de moral imperante. El relativismo moral hace que nuestra gente venda su
alma al diablo por conseguir fortuna. Ya no importa cómo, lo que importa es
tener plata y listo. En Bolivia vivimos la peor época de corrupción de la
historia, la cleptocracia brilla en todo su esplendor. Los populistas
salieron de lo peor. ¡Y cómo no iba a ser así, si sacaron a Cristo del
palacio y lo remplazaron por brujos!”
Decía el 2019, en un artículo titulado Destrucción
de la Moral Pública: “La
destrucción de la moral pública, será el legado más nefasto que deje el
populismo cocalero en Bolivia, así como en el continente lo está dejando el
Socialismo Siglo XXI, de Lula da Silva y Cristina Kirchner. Insto a los conductores de nuestra sociedad,
a dar la cara por ella, así como a las familias, escuelas, colegios,
universidades y medios de comunicación. No permitamos que la inmoralidad se endiose en nuestra sociedad.
No permitamos que el dinero y los bajos instintos nos
dominen, recuperemos la decencia, legada por nuestros ancestros”.
Muy poco puedo agregar hoy a
lo dicho, solo reconocer con profunda tristeza, que las cosas siguen empeorando
aceleradamente en esta pobre patria, digna de mejor suerte. Tenemos un país
donde el mismísimo presidente regala
autos robados (Infobae.com 10-05-23), donde niños venden drogas en los colegios (El deber 19-05-23) y donde un pez gordo del narcotráfico, agradece públicamente a un alto
jefe policial, por el apoyo recibido (Erbol 02-08-23), solo para citar algunas noticias fresquitas.
Bolivia no recuperará la
moral, mientras el partido más inmoral de la
historia, siga gobernando. Solo con un nuevo espíritu, que reemplace
a los brujos, Bolivia saldrá de esta podredumbre moral.
Jimiortizsaucedo@gmailcom
https://eldeber.com.bo/opinion/y-dale-con-la-moral-publica_338641
http://jimiortizsaucedo.blogspot.com/2023/09/y-dale-con-la-moral-publica.html
https://eju.tv/2023/09/y-dale-con-la-moral-publica/
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