Edson Ruiz Aguayo, momento en La Guardia
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Jimmy Ortiz Saucedo
Estos dos trágicos
sucesos marcaron con sangre la historia reciente de Bolivia, para cumplir esa
máxima arcaica; propia de espíritus poco evolucionados: “la historia se escribe
con sangre”. Expresión que implica desprecio por la concertación civilizada y
la vida humana.
En la Masacre del
Porvenir, de septiembre
2008, fueron asesinados 15 personas (El Deber 13 03 17);
entre campesinos, funcionarios de la ex Prefectura de Pando y un Pastor
Evangélico. La muerte de los primeros fue “vengada” con juicio político contra Leopoldo
Fernández, la muerte de los defensores de Pando y el pastor evangélico,
quedaron impunes.
En el Cerco a Santa
Cruz, de septiembre
2008, fueron asesinados el Profesor de Portachuelo Pedro López
y el Unionista de la Guardia Edson Ruiz.
Muertes que también quedaron impunes. Los cruceños, conocedores de la
estrategia usada en El Porvenir, no respondimos la provocación.
“2008 fue el año de
mayor tensión entre el Gobierno del MAS y la oposición, aglutinada en cinco
departamentos: Santa Cruz, Beni, Tarija, Pando y Chuquisaca, en un bloque al
que se denominó la Media Luna. La
consigna opositora era la conquista de la autonomía a lo que las autoridades se
oponían” (El Deber 13 03 17).
Estos dos eventos, cuya
continuación fue el montaje Rózsa-Soza, fueron en realidad uno solo: el descabezamiento de la oposición democrática que tenía contra las
cuerdas al gobierno. Fue un verdadero acto terrorismo de estado, no una “victoria
militar” como se denominó, con una visión terrorista de la política. Matar y hacer
matar a su propia gente, para conseguir su objetivo, es una vil forma de
gobernar.
A partir de ese
momento; y consumada la derrota militar de la democracia, apareció el país que
hoy tenemos. Un país donde la judicialización de la política ha generado la
mayor cantidad de exiliados de la historia boliviana, con presos políticos, sin
seguridad jurídica, con una endeble libertad de prensa, y altos niveles de
corrupción. En suma: una democracia de pliqui, un pálido reflejo de la
verdadera Democracia, la democracia de la Carta Democrática Interamericana de le OEA.
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