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lunes, 18 de agosto de 2008

¿Diputados uninominales, una esperanza ciudadana?

A modo de introducción debo expresar que la principal característica de los diputados uninominales, cual es su elección directa, no es novedad en la historia Boliviana. Bajo esta característica constitucional eran elegidos todos los diputados en el periodo comprendido entre la constitución de 1826 a la de 1945. Si bien la carta magna de 1961 dio un importante avance cualitativo al implantar en estricta justicia el voto universal , por otro lado retrocedió, al eliminar tanto el derecho que hoy volvemos a gozar de elegir directamente a nuestros diputados (al menos parcialmente) , como también la posibilidad que tenía el candidato de presentarse solo a las elecciones ,sin necesidad de ser promovido por un partido político. Interesante particularidad esta última.

Los diputados uninominales serán, en mi concepto, los representantes más genuinos de la democracia Boliviana actual. Esta característica se la confiere el hecho de ser los únicos funcionarios públicos, que en la práctica, son elegidos directamente por el pueblo (es verdad que también el presidente lo puede ser, caso que todavía no se a dado en nuestra reciente democracia). En este caso nuestro voto si vale, puesto que no sólo votamos, sino también elegimos. Este nuevo funcionario público será indudablemente el más cercano al pueblo.

EL primer dilema que se presentará para los diputados uninominales será escoger entre su lealtad con el pueblo que lo eligió o con el partido que lo propuso. Es de esperar que el dilema se resuelva a favor del pueblo, caso contrario ellos serán igual a los políticos tradicionales, pasando a ser “la misma chola con otra pollera”. El tiempo lo dirá. (Este dilema no existiría si se presentaran sin el patrocinio político).

Los noveles diputados uninominales deben ser muy conscientes de la esperanza de cambio que ellos representan para el pueblo boliviano, frente al tradicional político sin credibilidad que a lo largo de muchos años desprestigiaron la noble carrera de la política. Quiera Dios que esta esperanza, de un pueblo que tanto la necesita, no vaya ser una fuente de una nueva frustración ciudadana.

La interesante característica de independencia partidaria, que da la condición de presentarse a las elecciones sin patrocinio de los partidos políticos, debería también nuevamente ser restituida en la Constitución Política del Estado, al igual que lo fue la elección directa a uninominal, dando la posibilidad a cualquier ciudadano a presentarse como candidato al pueblo sin necesidad de la intermediación innecesaria de los partidos políticos, restituyendo nuevamente la democracia a la nación y no la dictadura de la partidocracia actual que soportamos, obligando a los ciudadanos a “agremiarse al partido si quiere ser candidato”. Virtualmente los mismos partidos políticos actualmente se han dado cuenta de esta situación y han emprendido una feroz cacería de independientes, incluso con inteligencia reformando sus estatutos partidarios.

Los ciudadanos que sin necesidad de patrocinio político se presenten a las elecciones serán verdaderos “independientes”que podrán mirar la política sin dogmas partidarios que muchas veces son atadura para sus pensamientos y sus actos. De poder restituirse nuevamente esta figura política sería una interesantísima alternativa para el voto popular. ¿Por que motivo sólo los partidos políticos pueden tener el monopolio de la representación ciudadana?

Es de esperar que en un futuro no muy lejano, en un proceso de profundización de nuestra joven Democracia, podamos también elegir directamente a los senadores , a todos los diputados , a los prefectos, subprefectos, corregidores, a los consejeros, a los concejales y también como sucede en los Estados Unidos de Norte América a jueces , fiscales y jefes de policía (allí denominados Sheriff ). Esta será la única forma para que los políticos respondan verdaderamente a los genuinos intereses del pueblo y no como sucede actualmente que responden a los “genuinos intereses del partido”, la gran mayoría de las veces alejados unos de otros. Si es necesario cambiar la constitución o las leyes para adaptarla a estos cambios, abra que hacerlo.

Espero que la clase política no se oponga a la elección directa de las principales autoridades así como también la presentación de candidato sin patrocinio partidario. Puesto que oponerse a ello es negar el derecho constitucional, que “la soberanía reside en el pueblo es inalienable e imprescriptible”, esencia misma de la democracia, desde la constitución de 1826. Los políticos deberían ser, como verdaderos profesionales, los abanderados de este tipo de reformas que profundizan la democracia y no dejar que sean las personas e instituciones civiles las que sugieran e impulsen este tipo de cambios, ellos deberían tener mucho cuidado con el echo de que en estos años en que saboreamos la democracia, el pueblo alcanzo un mayor grado de madurez política que la que alcanzo la misma clase política. Este es un desfase peligroso, que es de esperar genere conflictos permanente entre ambos.

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Publicado en:


El periódico El Deber de Santa Cruz, pagina A 4. 29 de mayo de 1997.

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