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Jimmy Ortiz Saucedo
Nunca vi; en mí ya larga vida, un país tan destruido.
Los 16 años del populismo masista; dirigidos desde Cuba,
han dejado trágicas secuelas en Bolivia. No hay duda, que cada día estamos más
cerca de la destrucción económica y social de Venezuela y de la dictadura
nicaragüense.
En
lo político, el rasgo más trágico es la destrucción
de la verdadera democracia, que el pueblo de Bolivia recuperó de las sangrientas
garras del Plan
Cóndor en 1982. La Carta
Democrática Interamericana de la OEA, aprobada unánimemente por
los políticos del continente el 2001, no se cumple. El más emblemático
irrespeto a la democracia, fue el mega fraude 2019, que precipitó la
renuncia de Evo Morales y su posterior huida, con la cola entre las piernas. El
Estado de Derecho es un cuento chino, así como la separación e independencia de
poderes. Han transformado a la justicia
en su mejor arma, para destruir a los
que piensan diferente. Hoy existen más
de 250 presos, perseguidos y refugiados políticos, que
luchan por la libertad de la patria. Usan también su “justicia” para tapar el abuso,
así como la inocultable corrupción
pública. Se ha llegado al extremo, que el mismísimo presidente Arce
Catacora, regala
vehículos robados a su militancia
(Los
Tiempos 14/05/2023). La
narcopolítica; dirigida desde el Chapare, es otra de las más notables características
de estos tiempos, que envilecen la política y la nación.
En lo económico
el panorama no es menos trágico, a pesar del superciclo capitalista de las
materias primas, que hizo llover un turbión de dólares sobre la nación, como
nunca en su historia, dinero que pudo servir para sacarnos del Tercer Mundo.
Todo este dinero fue despilfarrado en la podredumbre del Fondo Indígena, en empresas
públicas deficitarias, en una abultada burocracia estatal y en pinches
canchitas de pasto sintético. Hoy por
hoy, Bolivia es un país al borde de la bancarrota,
como lo demuestran las diferentes calificadoras internacionales de riesgo, que
evalúan el riesgo país, depreciando continuamente los bonos emitidos por el
Estado. Y para acabarla de amolar, la inseguridad jurídica no permite la
inversión privada nacional y extranjera, componente indispensable para el progreso
económico y social.
En
lo social tenemos el segundo país más pobre de Sudamérica, tildado
internacionalmente como un narco Estado. El reciente hallazgo de casi media
tonelada de cocaína en el aeropuerto de Madrid, transportada por la empresa
estatal BOA, les da la razón (Página
Siete 31-03-2023). Como si esto fuera poco, Bolivia es un país con la moral pública destruida, cautiva de la corrupción, con una
educación de pésima calidad y una inseguridad ciudadana creciente. “Todos los
hechos configuran un escenario complejo y desalentador para el país. Son
señales que muestran que hay descomposición en muchas esferas del quehacer
nacional. El Gobierno nacional mira de palco, pero nada hace para cambiar esta
realidad y se va replicando a escala nacional, departamental y municipal. Basta
con contar los hechos de corrupción que no son castigados, a los que se les
busca justificación, como si la gente fuera tonta y fácil de engañar” (El
Deber 30-05-2023).
Ante este panorama desolador, la solución es obvia: las
fuerzas democráticas tienen la ineludible obligación, de formar un frente
amplio, para sacar a Bolivia de las fauces del SS XXI (Socialismo Siglo XXI).
El populismo comunista, tiene que
caer por segunda vez, como cayó con el Muro de Berlín en 1989.
Publicado en:
https://eldeber.com.bo/edicion-impresa/en-esto-termina-el-populismo-ss-xxi_332034
https://www.elmorrocotudo.cl/noticia/politica/asi-termina-el-populismo-del-siglo-xxi
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