Jimmy Ortiz Saucedo
Contra viento y marea avanzan las elecciones truchas
2019, atropellando la voluntad popular del referéndum del 21 de febrero de 2016,
la Constitución Política del Estado, el respeto a la comunidad democrática
internacional y el propio sentido común. La legalidad y la legitimidad les
importa un pito, quieren el poder.
Haciendo uso de los poderes secuestrados, como el
Órgano Judicial y el Órgano Electoral, han impuesto unas elecciones ilegales, desiguales
y fraudulentas, ampliamente repudiadas por la comunidad nacional e
internacional.
La franquicia del Socialismo Siglo XXI; ideada por el Foro
de San Pablo y operada por Cuba, prescribe en una de sus primeras lecciones: secuestrar
todos los Poderes del Estado, los medios de comunicación, la policía y el ejército.
En la práctica dejan al pueblo atado de pies manos,
indefenso contra la dictadura con careta democrática.
Esa es la triste realidad
de los países que tiene la desgracia de caer en sus garras.
La comunidad internacional no sabe qué hacer,
sorprendida ante tamaño atropello. Los organismos internacionales,
burocráticos, lentos e ideologizados, se enfrascan en discusiones bizantinas.
Unos y otros no saben cómo enfrentar el problema, si aplican el principio de La
No Intervención en los asuntos internos de otros países, La
Carta Democrática Interamericana de la OEA (CDI), o
incluso La
Responsabilidad de Proteger de la ONU.
Finalmente todos quedan en neutro, mirando de palco el
sufrimiento los pueblos, a manos de los gobernantes que paradójicamente ellos
mismo eligieron, mientras los tiranos se llenan los bolsillos y gozan de las
mieles del poder, hasta donde sea posible.
Una cosa debe quedar bien clara: con esta franquicia del Socialismo Siglo XXI, los pueblos no se pueden defender por sus propias fuerzas, dependen casi que exclusivamente del socorro de la comunidad democrática internacional. Hay que buscar una vacuna para esta enfermedad.
Esta es mi propuesta: la creación del Consejo
de Defensa de la Democracia. Este Consejo tendrá por finalidad
hacer respetar la democracia, expresada en la CDI, aplicado métodos diplomáticos,
económicos, e incluso la utilización de la fuerza militar.
La violación a la democracia debiera suspender la
soberanía, evitando que ella sirva como pretexto para abusar del pueblo.
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