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viernes, 1 de septiembre de 2017

¿y la institucionalización de cargos públicos?





Esta es una de las más grandes falencias que tiene el Estado boliviano. Lo vengo pidiendo públicamente desde 1997, a 20 años de la fecha. Ni neoliberales ni populistas me dieron pelota, pero sugiere insistiendo en ellos. Necesitamos modernizar y legitimar la administración pública, tal como la tienen los países del vecindario, para no mirar mas lejos.

Ya es hora que esta pobre patria tenga verdaderos funcionarios públicos, a 192 años de su fundación. Los que tenemos son simples empleados del partido de turno, no del pueblo. Necesitamos funcionarios públicos legítimos, no impostores. Aunque toda regla tiene su excepción.

Decía entonces: “Desgraciadamente los partidos políticos no han tomado este importante asunto con la seriedad que corresponde, principalmente por que los cargos públicos son una fuente de pegas para la militancia, taras de un pasado que es necesario superar y que convierte los partidos políticos en agencias de empleo para oportunistas, que por lo general no buscan servir a la patria sino servirse de ella.

Un país pobre como el nuestro, donde más que en otros los recursos son escasos y las necesidades ilimitadas, debe tener sus mejores hijos administrando la cosa pública, para que de esta manera se administre con sabiduría la pobreza.

Los funcionarios públicos deberían ser acogidos mediante un concurso de mérito transparente, para de esta forma garantizar tanto su idoneidad como también la imparcialidad del gobierno de turno. Esto dará al funcionario la tranquilidad necesaria que da la estabilidad laboral de largo plazo.

Los funcionaros públicos escogidos de esta forma; que les garantiza trabajo de por vida, deberían ser los empleados mejor pagados del país, puesto que en sus manos se encuentra en gran manera el destino de la patria. Así como también para inmunizarlos contra el virus más común de la administración pública, como es la corrupción”.

Hoy poco hay que agregar a esto, necesitamos funcionarios públicos idóneos, que atienda con diligencia y una sonrisa en los labios. No necesitamos trompetas e incompetentes en las oficinas públicas, ni autócratas en el gobierno.


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