Toborochi Camba
- Foto propia
Jimmy Ortiz Saucedo
Vengo escribiendo sobre el tema, desde hace
ya bastante tiempo, inspirado en las reflexiones de la filósofa Adela Cortina. Esta
distinguida profesional, obtuvo
el Premio Nacional de Ensayo 2014, que otorga el Ministerio de Educación,
Cultura y Deporte de España, por su libro: ¿Para
qué sirve realmente la ética?
A principio de
siglo leí una entrevista de la filósofa, en El País de España, titulada: “El desafío del siglo es que la ética llegue al poder”, donde expresaba: “Desde diversos
sectores nos estamos dando cuenta que son importantes una serie de elementos morales que a veces se habían despreciado”.
“¿A mayor poder, menos ética? Desgraciadamente es así. Creo, como los viejos
anarquistas, que el poder corrompe y que el poder absoluto corrompe
absolutamente. Uno de los grandes desafíos del siglo XXI es conseguir que la gente
que tenga poder tenga también ética. Que la ética llegue al poder será parte de
la salvación de la humanidad”.
Los recurrentes
escándalos de corrupción que vivimos; los más grandes de la historia nacional,
muestran que la ética no llegó al poder. Es mucha villanía robarle plata a un
pueblo pobre, con carencias materiales de todo tipo, en la educación, en la
salud y en la infraestructura. Da mucha rabia ver a los corruptos gozando descaradamente
de fortunas mal habidas, y nuestra gente muriendo en los hospitales por falta
de remedios.
La ética tiene
que llegar al poder. Necesitamos gobernantes honestos, que respeten la plata
del pueblo, que sean administradores decentes. Como dijo Pepe Mujica: "El
que quiere hacer plata, que se vaya al mundo del comercio",
no los necesitamos en
política. No queremos pillos en la política. La política es una carrera noble
de servicio a la Patria, no una fuente de ingreso rápido para gente sin ética.
Tenemos que promover
una ética superior en nuestra sociedad, la que tenemos es demasiado frágil. La
Moral Cristiana; expresada en el Decálogo del Sinaí y el Sermón de la Montaña, tiene
que ser la guía de un pueblo
mayoritariamente cristiano.
Hay que volver a
trabajar en las familias, en las escuelas y colegios; como en tiempo de
nuestros abuelos. Y principalmente en los partidos políticos y los medios de
comunicación. La evolución de un país se
mide por la calidad de su ética.
En Bolivia hemos
tenido revoluciones de izquierda, de derecha y populistas, pero seguimos en el
Tercer Mundo. Lo que necesitamos es una revolución en la ética, ésta si será una revolución verdadera.
jimiortiz@cotas.com.bo
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ENTREVISTA: ADELA CORTINA | CATEDRÁTICA DE FILOSOFÍA
DE LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA | LA ENTREVISTA DEL VERANO»
'El desafío del siglo es que
la ética llegue al poder'
Llegó hasta la filosofía pura para aplacar su interés
por el ser humano, en una época en que las alumnas eran un caso raro. Varios
años después es la cabeza más inquieta de un grupo de ética aplicada surgido en
algunas universidades de la Comunidad Valenciana, cuyos trabajos resuenan con
insistencia en los foros europeos.
Pregunta. ¿Qué es un filósofo? ¿Una especie de cura laico?
Respuesta. No, por Dios, no nos hunda más la profesión de lo que
ya la tenemos. La filosofía es el amor a la sabiduría y se supone que el
filósofo es el que busca la verdad y el bien de una manera desprevenida, sin
guardarse nada en la recámara.
P. ¿Un filósofo no es casi una arqueología analógica en
el siglo XXI?
R. Desgraciadamente, el filósofo ha perdido muchas bazas
en este siglo porque no tiene demasiado tiempo para la reflexión. Ése es el
gran problema de la filosofía. Antes el filósofo tenía mucho tiempo y poca
información, y ahora la información nos desborda y tenemos poco tiempo.
Entiendo que hoy el filósofo es alguien que tiene que trabajar con sociólogos,
literatos... para tratar de hacer la articulación de nuevos modelos
filosóficos.
P. Usted insiste a menudo en que la filosofía moral es
más necesaria que nunca.
R. En estos momentos, desde diversos sectores
empresariales y profesionales, nos estamos dando cuenta de que son importantes
una serie de elementos morales que a veces se habían despreciado. Por ejemplo,
las empresas cada vez se dan más cuenta de que sin una confianza entre los
contratantes y los pactantes, sin una calidad del producto, sin unas buenas
relaciones entre las distintas empresas..., no funciona ni siquiera el negocio.
Las gentes se dan cuenta de que una cierta ética vende, desde el punto de vista
político, desde el punto de vista empresarial y desde el punto de vista
profesional.
P. ¿Para
qué sirve la ética?
R. Primero, para ser personas, que no es mal proyecto.
Para eso hay que tener ideales de justicia y de vida buena. La ética sirve para
ser justos y felices.
P. ¿Por qué es usted una activista de la ética?
R. Porque
los seres humanos me interesan mucho y me parece que el mundo no está hecho a
su altura.
P. ¿A mayor poder, menos ética?
R. Desgraciadamente es así. Creo, como los viejos
anarquistas, que el poder corrompe y que el poder absoluto corrompe absolutamente.
Uno de los grandes desafíos del siglo XXI es conseguir que la gente que tenga
poder tenga también ética. Que la ética llegue al poder será parte de la
salvación de la humanidad.
P. Estamos en una época en que el poder tiende a
concentrarse.
R. Se
está concentrando mucho poder desde el punto de vista político, pero todavía
más desde el punto de vista empresarial.
P. ¿Dónde se cumple menos con la ética, en la política o
en los negocios?
R. En este momento me resultaría difícil decirlo.
Desgraciadamente, en el terreno de la política, la obsesión por llamar la
atención para recabar votos hace que los políticos hagan cosas llamativas sin
pensarlas, y eso está reñido con la ética.
P. ¿Si la ética abandona la política está en peligro la
democracia?
R. Totalmente. En este momento la democracia está muy en
peligro porque a los políticos se les piden pocas responsabilidades. Los
políticos deberían de dar cuenta y ser responsables de las cosas que hacen, y
los ciudadanos deberían ser más participativos.
P. ¿La desconfianza hacia el político se está
consolidando como el principio de la democracia?
R. Desgraciadamente, porque entiendo que el principio de
la democracia debería ser el protagonismo de los ciudadanos. Los ciudadanos
tienen que darse cuenta de que la democracia es el gobierno del pueblo y que
los políticos tienen que ser unos coordinadores de las sugerencias, los
proyectos y las ilusiones de la sociedad.
P. ¿La globalización es el apocalipsis o el Mesías?
R. Como decía Aristóteles, los venenos sirven para matar
y los venenos sirven para sanar. Todo depende de cómo se empleen y con qué
metas. La globalización es, o bien la gran ocasión para hacer una ciudadanía
cosmopolita, donde el universo sea la ciudad de todos y todos se sientan
ciudadanos, o sencillamente la culminación de un proceso en el que cada vez se
abre más el abismo entre pobres y ricos, entre países que ya no interesan a
nadie y países en los que la gente se lanza a consumir como loca.
P. ¿El consumismo ha sustituido a alguna doctrina?
R. Sí,
es la doctrina número uno, y además lo que nos une a todos cada vez más no es
ser personas, sino ser consumidores. Me gusta mucho esa expresión de Rifkin que
dice que nuestra etapa es aquella en que ha triunfado el capitalismo porque ha
conseguido llevar todo nuestro tiempo a la arena comercial. Podemos comprar a
cualquier hora del día, de la noche, por Internet, en una gran superficie...
Somos consumidores de raíz.
P. ¿El
consumismo es un síntoma de que el egoísmo le ha ganado el pulso a la
solidaridad?
R. Es una forma de vida que hace prácticamente imposible
la solidaridad. Cuando hay una forma de vida en la que lo que da la felicidad
es ir de compras, porque la gente ya no va a comprar esto o lo otro, sino de
compras como un fin en sí mismo, que el de al lado tenga o no tenga, o se esté
muriendo de hambre, es que ni se considera. El consumismo ha expulsado a la
solidaridad.
P. ¿A
qué responden las movilizaciones antiglobalización?
R. A un profundo sentimiento de que la globalización, tal
y como se está produciendo, no es humanizadora. Pero creo que esos movimientos
deberían dar alternativas. Ganarían mucho más si en vez de decir no, que no
tiene sentido porque la globalización va a seguir, dijeran sí, pero de esta
manera. Nos estamos jugando el futuro en el cómo.
P. ¿Qué exigencias debería imponer la ética ante la
brecha abierta por la secuenciación del genoma?
R. Muchísimas, pero no en el sentido alarmista de la
gente que imagina un futuro terrorífico, sino más bien de pensar las cosas con
serenidad. La globalización nos ha llevado al corto plazo, y en temas como el
del genoma el corto plazo puede ser terrible. Si una empresa ha gastado una
enorme cantidad de dinero para patentar un gen, no está dispuesta a no
comercializarlo inmediatamente. Cuando hemos entrado en la comercialización,
todo se vuelve imparable. Más aún porque hay países que tienen capacidad
adquisitiva para patentar genes y otros que no la tienen, con lo que los países
subdesarrollados cada vez son más dependientes. En este proceso me parecen más
responsables los científicos que las empresas, porque los investigadores son
partidarios de las moratorias y de agotar todos los plazos hasta ver los
resultados, mientras que la industria quiere rentabilizar enseguida la
operación sin esperar.
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